lunes, 25 de junio de 2012

RIO + 20, la farsa del “desarrollo sostenible”

Escrito por PSTU de Brasil - www.pstu.org.br


Veinte años después de la Eco-92, Brasil, entre el 13 y el 22 de junio, es escenario de una conferencia ambiental más: Rio + 20

Frente a la enorme destrucción de la ecología de las últimas décadas, la posibilidad de cambios climáticos y el agotamiento de los recursos naturales, la Conferencia va a discutir medios que puedan conciliar el desarrollo económico capitalista con la preservación ambiental. Pero ¿es posible algún tipo de “desarrollo sostenible” o “economía verde” bajo el capitalismo?

Al fin cuentas ¿de quién es la responsabilidad?

En los últimos años, el discurso de la “sostenibilidad” ganó fuerza e incluso lo adoptaron los grandes capitalistas. Es común ver propagandas de televisión de empresas automotrices, mineras y hasta incluso petroleras vendiendo una supuesta imagen de “sostenibilidad ecológica”. Un caso reciente fue el fin de la obligatoriedad de los supermercados de San Pablo de ofrecer bolsitas plásticas, lo que representó una disminución de los gastos de los empresarios del sector (la tal “economía verde”). Por otro lado, la basura reciclada en la ciudad representa solo el 1% del total de residuos recogidos.

También es común ver supuestos “especialistas’ defendiendo “cambios en los hábitos de consumo”, la “adopción de pequeños gestos”, entre otras recetas milagrosas que buscan responsabilizar al individuo de la devastación de “nuestro planeta”. Están los que llegan a defender un control mayor de la expansión poblacional, pues el crecimiento demográfico entraría en conflicto con los recursos naturales, que son finitos.

Aunque de orígenes muy distintos, todas esas opiniones tienen un punto en común: dejan de hacer intencionalmente la crítica de la lógica mercantil del sistema capitalista. De esta manera transforman a las víctimas de los impactos ambientales en villanos, en culpables, eximiendo a los verdaderos responsables.




El capitalismo es el responsable de la devastación


El surgimiento de la sociedad capitalista provocó una separación entre el ser humano y la naturaleza, que comenzó a ser vista como una mera mercadería, objeto de dominación por la ciencia y por la técnica. En las formaciones sociales pre-capitalistas no había esta escisión. En gran parte de la Edad Media, por ejemplo, la naturaleza era vista como “proveedora” de los recursos fundamentales para la supervivencia de los individuos. El hombre era visto como parte de la naturaleza y no por encima o separado de ella.

Con el capitalismo todo cambió. El ritmo de la producción impone una apropiación creciente de los recursos naturales, necesarios para la supervivencia humana, mucho mayor que el tiempo que la naturaleza necesita para recomponerse. En el capitalismo no se produce para satisfacer las necesidades humanas, sino para obtener ganancias. Así, la necesidad de acumulación creciente de capital y ganancia, produce cada vez más mercaderías. Esto provoca consumo creciente y apropiación acelerada de la naturaleza. Los ritmos naturales se desarrollan en siglos, una dinámica incompatible con la producción mercantil, lo que impone una fuerte e intensa explotación de los recursos naturales llevando a la ruptura de su dinámica.

Viendo las consecuencias de la Revolución Industrial, Karl Marx ya alertaba sobre esa situación, en su libro “El Capital”. Acusaba a la producción capitalista de “perturbar la interacción metabólica hombre y tierra, o sea, los intercambios energéticos y de materiales entre los humanos como su medio ambiente natural – condición necesaria para la existencia de la civilización. Según Marx, “al destruir las circunstancias en torno de ese metabolismo, esta [la producción capitalista]impide su restauración sistemática como una ley reguladora de la producción social, y en una forma adecuada al pleno desarrollo de la raza humana”. Eso nos remite a otra conclusión: la crisis ambiental desencadenada por el capital es mucho más una cuestión de supervivencia humana y mucho menos de supervivencia del planeta.

En las últimas décadas esa explotación se amplió, especialmente tras la crisis económica de los años 1970. Para retomar sus tasas de ganancia, los capitalistas se sirvieron de la globalización y de la liberalización de los mercados. Así, el saqueo de los recursos naturales por parte de las multinacionales tomó una dimensión planetaria, producto de la crisis del sistema. Pero, por otro lado, la lucha contra la expoliación y destrucción ecológica también ganó una dimensión global, abarcando desde las reivindicaciones de los pueblos indígenas del Ecuador que combaten la industria petrolera en la Amazonia, hasta la lucha de los campesinos de China que resisten a la contaminación de los ríos y del suelo causada por las industrias.

Un debate necesario

No se puede separar la lucha ambiental del combate a todos los problemas estructurales producidos por la sociedad capitalista. Al mismo tiempo que aumenta como nunca la productividad, el capitalismo también hace crecer la miseria y la explotación. Actualmente casi mil millones de seres humanos pasan hambre. En los países periféricos, el 80% de las enfermedades provienen de la falta de calidad del agua. Según datos de la ONU, mil millones de habitantes viven en barrios miserables. Mientras tanto, en el campo, los complejos del agronegocio, controlados por las grandes empresas, transforman el paisaje.

La defensa del medio ambiente debe ser parte de la lucha de los trabajadores por mejores condiciones de empleo, salario y vida. Es una lucha anticapitalista y antiimperialista y, en esencia, por la construcción de una sociedad socialista. Una sociedad basada en nuevas relaciones de producción que puedan establecer una relación equilibrada y realmente sostenible del ser humano con la naturaleza, “condición inalienable para la existencia y reproducción de la cadena de generaciones humanas”, como señalaba Marx.

Pero esto no significa dejar de lado la lucha presente. La lucha por las políticas públicas, por legislaciones ambientales más efectivas, por la protección de especies en extinción, debe hacerse con la convicción del cambio de la estructura de dominación burguesa.

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